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“Hay que sacar el coleccionismo de los tópicos de elitismo y excentricidad”

Manuel Segade defiende la cultura de un mecenazgo activo y comparte su visión en su primer año en al frente del Reina Sofía.

Manuel Segade cumple un año como director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Repasamos con él los retos que ha tenido que abordar desde que encabeza el Reina Sofía.

Segade encarna los desafíos propios de nuestro tiempo: la presencia de las mujeres en el arte, el diálogo cultural entre España y Latinoamérica, la emergencia de los conflictos bélicos y los problemas ecológicos, o la relación entre el centro urbano y la periferia. 

En alguna ocasión has señalado la importancia del “intercambio generacional” entre los artistas para fortalecer la escena ¿Cuáles son a tu juicio los y las artistas que todavía faltan en el Reina Sofía? Sobre todo, teniendo en cuenta que la cuota de mujeres sigue siendo baja. 

Estamos realizando un enorme esfuerzo en abrir el Museo Reina Sofía en dos direcciones: por un lado, reintegrar a las mujeres artistas en el relato de la Colección; por otro, sumar artistas que han consolidado su trayectoria a lo largo de las últimas décadas porque hay una ausencia muy grande de arte del siglo XXI en el Estado español. Evidentemente, no puedo decir nombres, pero sí remitirme a la programación —estamos inaugurando a la artista austríaca española de 84 años Eva Lootz el 11 de junio—, pero también hemos realizado una serie de adquisiciones importantes en ARCO, con nombres pioneros como Esther Boix o Josep Ponsatí, artistas clave desde finales de los 90, Ana Laura Alaez y Alexander Apóstol, o figuras consolidadas en la generación más joven como Nora Aurrekoetxea, Sahatsa Jáuregui y Elena Alonso.

La relación entre arte y tecnología, la ecología y la finitud del planeta, y los conflictos bélicos son temas actuales y relevantes. ¿Cómo podría el Reina Sofía abordar estas problemáticas en sus exposiciones? ¿Cuáles son las propuestas artísticas más interesantes que tratan sobre estos temas?

En términos ecológicos, el Museo Reina Sofía tiene una temporalidad casi geológica: su capacidad de responder al presente en las exposiciones es limitada, pero sí construye un presente a través de la historia. Me gusta citar una frase de un filósofo francés, Ray Brassier, que dice: “El pasado es imprevisible”. Creo que el Guernica habla perfectamente de los conflictos bélicos de hoy, que las obras de arte feministas de la segunda ola en los años 60 interpelan al presente porque las condiciones del heteropatriarcado no han cambiado tanto todavía, o la conciencia ecológica de los activistas del clima en 1992 durante la Expo Universal de Sevilla todavía resuenan en un presente en construcción.

Además de esto, a veces podemos conseguir responder a los desafíos de la inmediatez: un programa de encuentros discusivos con artistas palestinos se suma a la presentación de las piezas de Colección de Basel Abbas y Abou-Rahne —en una pieza sobre la Marcha de la Dignidad en 2018, que habla del derecho a existir de los palestinos por medio de una canción con textos de Edward Said— o del israelí Amos Gitai —con la crónica del asesinato del Presidente Isaac Rabin en 1996, cometido por un fundamentalista judío, que terminó con el proceso de paz que proponía ya entonces una solución de dos Estados—. Al mismo tiempo, la coreógrafa Olga de Soto nos habla de La caja verde, una obra que rescata la memoria de una pieza mítica de danza creada en los años 30 para denunciar el auge del nazismo y su antisemitismo. Creo que la tarea fundamental de los museos hoy es preservar la complejidad, más allá de visiones nítidas en blanco y negro.

La artista peruana Sandra Gamarra ha representado a España en la Bienal de Venecia que se está celebrando con su 'Pinacoteca migrante'. ¿Cómo debe abordar el Reina Sofía su relación con el arte latinoamericano?, teniendo en cuenta que el capital y mercado “latino” se ha convertido en uno de los más importantes para el arte. 

Cualquier cuestión artística debe ser abordada desde una perspectiva transescalar, es decir, enfrentando los problemas desde varias escalas al mismo tiempo. Trabajamos con comisarias pero también con artistas latinoamericanas en todos los programas públicos y exposiciones del museo. Desarrollamos investigación y adquisiciones para la Colección de arte latinoamericano, con la cubana Suset Sánchez como pieza fundamental en el equipo. Acabamos de recibir a la mexicana Amanda de la Garza como Subdirectora artística del museo. Por último, la Fundación Museo Reina Sofía permite acercar a un nutrido grupo de excelentes coleccionistas latinoamericanos para que apoyen nuestra programación y el crecimiento de nuestra Colección.

Ahora mismo puede verse en el Museo el capítulo “Dispositivo 92: ¿Puede la historia ser rebobinada?” de Vasos comunicantes, la última presentación que Manuel Borja-Villel planteó de la Colección. En ella se narran los efectos de la teoría decolonial en el arte contemporáneo, sobre todo latinoamericano.

En relación con esto último, el informe de The Art Market de 2023 (Art Basel y UBS) señalaba que el mercado del arte español tan sólo representa el 1% del mercado global. Una cifra baja, a pesar de que en los últimos años el tejido artístico se ha ampliado con la llegada, principalmente a Madrid, de nuevas fundaciones, colecciones y otras instituciones ¿Debe ahondar el Reina Sofía en este tipo de alianzas? ¿Cuáles son los retos para el coleccionismo en España?

Como cualquier colectivo minoritario, es fundamental su visibilidad. Tenemos varias estrategias pensadas a este respecto, pero —tal y como ocurre con el arte español— la primera estrategia es crear relatos con los que la sociedad pueda comprender de qué hablamos cuando hablamos de coleccionismo e identificarse. Sacar al coleccionismo de los tópicos de elitismo y excentricidad y abrir las puertas a una cultura de mecenazgo activo, desacomplejado, transparente y riguroso en el respeto del espacio de lo público es una tarea pendiente y creo que el Museo nacional tiene las herramientas para lograrlo.

Uno de los principales problemas en el arte contemporáneo es su compresión. ¿Es importante fomentar o repensar la labor de los mediadores a la hora de abordar el panorama contemporáneo?

Creo que la educación es fundamental en un museo. Ahora mismo, en el Reina Sofía estamos repensando las formas de acceso: la amabilidad de los espacios, la necesidad de espacios cómodos de parada y descanso, la importancia de los textos y otras formas de comunicación en sala... Los procesos educativos tienen que ser parte fundamental de las formas de diálogo social de una institución pública democrática.

Hablando de públicos y su relación con el arta, un ejemplo de transformación es el barrio madrileño de Carabanchel. Convertido en un foco artístico del país, ha permitido interesantes alternativas para el galerismo y el coleccionismo pero, al mismo tiempo, supone todo un “desafío” para la gentrificación de las ciudades ¿Cómo debe ser la responsabilidad de las instituciones artísticas con los barrios o ciudades en las que participa?

Me voy a permitir desplazar el foco geográfico de la pregunta un poco más al sur, a una periferia todavía más compleja en el espacio sociocultural como es Móstoles. Creo que el Museo Centro de Arte Dos de Mayo ha conseguido convertirse en un modelo de integración del arte contemporáneo con lo local desde la periferia. Generar mecanismos de participación ciudadana, abrirse a los deseos y necesidades de lo común, experimentar con formatos educativos que agujereen la institución y atender a los públicos desde la diversidad más que desde la masa uniforme cosificada. La responsabilidad de una institución artística en un lugar determinado debería ser la conciencia y la asunción de responsabilidad de cómo el arte y la cultura contemporáneas pueden contribuir a la transformación social. A veces se nos olvida que los contextos no son algo dado, sino que deben entenderse como una construcción colectiva en devenir.